Literatura Electronica: primera vista


La discusión en cuanto al género, o a los distintos géneros, que abarca la Literatura Electrónica parece ser el punto de entrada en la materia, pero al igual que la misma nos lleva por muchos caminos, al parecer, inagotables. Scott Rettberg, lista una serie de géneros que componen la literatura electrónica: hypertext fiction, kinetic poetry, combinatory poetic, interactive fiction, networked-based collective narrative, locative narrative, interactive textual installations, and interactive cinema, como ejemplos.
Cada modo, categoría, o género tiene características, materialidades, formas de representación e interacción, distintas. A primera vista parecen mundos ampliamente distintos en busca de posibilidades inagotables, apoyados o condenados por los límites de permanencia. Y es que la Literatura Electrónica, el medio, sus formas artísticas y comunicativas se mueven a una velocidad parecida a la de la imaginación. En nuestro afán por definir y crear valores intentamos definir, enmarcar un arte que existe en un mundo experimental donde mucha de la fascinación se encuentra en la búsqueda de posibilidades infinitas, de caminos múltiples y simultáneos. Pensar en género nos da la posibilidad de analizar, ordenar y atribuir valores, pero también implica enmarcar una forma de arte que a primera vista busca la libertad, la exploración más allá de los límites imaginados; aunque siempre esté sujeta al marco de un monitor.
En este sentido quizá nuestra propia concepción y definición de género es obsoleta para hablar de Literatura Electrónica. Como propone Markku Eskelinen, existe la necesidad de desarrollar “…frameworks that can adequately take into account the expanded opportunities for textual innovation in digital media.”. Por un lado, como críticos estamos limitados por lo que tenemos. Pero por otro, es importante notar que la literatura electrónica no nace de la nada y que toma, se inspira, conversa, rompe, etc., con formas literarias tradicionales (por llamarlas de alguna manera).El caso por ejemplo de Hypertext fiction o interactive fiction, exploran distintas posibilidades narratológicas. Los textos requieren de la participación e intervención del usuario, las posibilidades de lectura pueden llegar a parecer infinitas. Pero como menciona Katherine Hayles siempre hay límites, igual, aunque parezca que el lector o usuario tiene poder sobre el texto, este solo puede seguir los enlaces establecidos por el/la autor(a). En sí, no deja de ser una ilusión de libertad, una ilusión de posibilidades. Pero también es una forma muy distinta de presentar y experimentar la narración, se apela a una multiplicidad sensorial en la que se pueden mezclar distintos elementos y materiales artísticos simultáneamente. Este me parece el caso del Minotauro de Domenico Chiappe por ejemplo.
             Por otro lado, me pareció interesante, en respecto a los social, económico y político, las posibilidades que abre la literatura electrónica a intervenciones activistas. En este sentido me atrajo mucho el trabajo de Eugenio Tisselli. Creo que Tisselli a través del coding y lo que yo observo como una instalación textual, explora las posibilidades de la literatura electrónica como un medio de denuncia y resistencia política. Esto está un poco en línea con la lectura que hace Rettberg de Michael Hardt y Antonio Negri. En el trabajo de Tisselli vemos como la traducción mecanizada no solo transforma el español en otro lenguaje, sino al pasar por la mecanización que adquiere otro significado. Es un trabajo que requiere la intervención humana en conjunto con la máquina. Un acto que está programado para intervenir, cambiar, transformar. Por ejemplo, “15TH. IN THE STATES UNITED MEXICAN IS PROHIBITED THE ESTATES”.  De aquí los significados se multiplican. El artículo 27 que opera sobre la soberanía mexicana y establece las políticas en cuanto a la tierra, pierde sentido, pero a la vez adquiere otro, uno perverso. En este caso es la hegemonía estadounidense sobre la palabra y la tierra mexicana. Esto es en relación con la celebración que se hacía tras los veinte años de NAFTA, veinte años también de los Zapatistas cuyo primer acto de resistencia también fue a través del internet.

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