El tiempo como ciclo y rompecabezas


Esta semana hemos leído la obra magistral de Gabriel García Márquez Cien años de soledad (1967) junto a la novela electrónica de Domenico Chiappe titulada Tierra de extracción (2007). El título en sí de la novela de Márquez desde una primera instancia posiciona la temporalidad como eje central de la obra. En el transcurso del trama, es notable la constante ruptura de cronología que sucede a lo largo de la novela. El regreso de Melquíades de la muerte, por ejemplo, sirve como un anacronismo esencial de la obra que borra las líneas entre la vida y la muerte, y a la vez pone en relieve el realismo mágico, o la coexistencia de fenómenos ilógicos, fantásticos, inverosímiles y míticos con fenómenos lógicos, verosímiles y “normales.” Este suceso sobrenatural, como otros en la novela, es descrito de manera ordinaria, como si volver de la muerte fuera lo más natural del mundo. Márquez escribe: “Mientras Macondo celebraba la reconquista de los recuerdos, José Arcadio Buendía y Melquíades le sacudieron el polvo a su vieja amistad. El gitano iba dispuesto a quedarse en el pueblo. Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad” (142). La amistad entre José Arcadio Buendía y Melquíades se retoma como si nada fuera de lo ordinario hubiera ocurrido, sin reacción alguna por parte del patriarca. Así como vuelve a la trama el personaje de Melquíades (temporalmente), existen varios momentos en la novela donde se revela el carácter cíclico de la novela, el momento principal siendo que la obra termina donde empezó. 
El uso de un tiempo fragmentado y circular también se emplea en la obra de Domenico Chiappe. La trama de Tierra de extracción se sitúa en el pueblo de Menegrande que existe en la vida real en la zona de Zulia en Venezuela donde se ubica el primer pozo petrolero. Aunque Chiappe nos cuenta que la narración tiene tres tiempos definidos que son el comienzo y el final del siglo XX además del tiempo entre medio, dado a la programación de la obra, hay instancias donde el lector puede salirse del orden cronológico a través de la navegación. Por ejemplo, la obra se puede leer como un libro tradicional en el que hacer un clic en la flecha a la derecha del texto lleva al lector a la siguiente parte. Sin embargo, también existe la opción de realizar la lectura haciendo clic en la flecha localizada abajo, de esta manera irrumpiendo un línea horizontal por una vertical que tal vez denota un sentido de avance no en la cronología, sino en la profundidad de la historia. Además, hacer clic en algunos de los vínculos remiten al lector hacia el comienzo de esa sección o capítulo donde se debe repetir la lectura o los pasos correctos para progresar en la lectura. En la sección llamada “Autobús” específicamente es evidente el juego con el tiempo. En este capítulo se encuentran varios cuadros con imágenes donde el lector puede recoger y mover los cuadros de lugar. Casi cada cuadro contiene una oración detrás de su imagen y esto se revela al hacer clic en él. Por lo tanto, no solo se mueven imágenes, sino que también se mueven oraciones y palabras que parecen estar relacionadas. Como un rompecabezas, el lector debe averiguar si hay una cronología con el texto fragmentado o no, así como lo hace Márquez obligando al lector a descifrar su texto confundiéndolo a propósito. En la siguiente parte titulada “Árbol” vemos ya el texto completo y ordenado. Por consiguiente el formato digital ofrece múltiples oportunidades de explotar el tiempo en una obra. Así, al manipular y modificar la temporalidad, Chiappe y Márquez crean un ambiente textual confuso, misterioso y hasta inquietante. 

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