Sobre el poder del código y el códice como medios
Comparar al códice con el código parece un tanto complejo inicialmente, pues parecen ser fundamentalmente diferentes:
uno es un objeto tangible y el otro es un lenguaje intangible
(y a veces ininteligible a simple vista).
Sin embargo, si tomamos un acercamiento diferente y nos
enfocamos en el medio en que recibimos un texto o una
obra, podemos ver cómo este puede funcionar como el mensaje
mismo. Menciona McLuhan que podemos extraer una cantidad incalculable de conocimiento solamente al estudiar el medio
en que se nos presenta y recibimos información.
McLuhan presenta el ejemplo de un hombre en África que
veía las noticias en inglés todas las noches a pesar
de no entender. De esto podemos ver cómo el medio en sí
se convierte en el mensaje: el impacto y la influencia de comunicaciones electrónicas y modernas aún en lugares donde
el contenido no es comprendido.
Siguiendo esta lógica, el código es el medio que no entendemos,
pero se convierte en el mensaje al impactar cada aspecto
de nuestras vidas modernas. El código tiene el poder de afectar
la forma en que funciona nuestra rutina diaria.
Pero, ¿cómo es el códice entra en este acercamiento?
El códice servía como medio de establecer por escrito
dictámenes y decretos; propagar conocimiento. Todo
conocimiento significativo quedaba plasmado en códices.
Y como los códices fueron empleados fuertemente por la
iglesia, su producción y propagación reafirmaba el mensaje
que en este caso era el poder centralizado de la iglesia.
Si vemos ambos medios/mensajes juntos, vemos un argumento
bastante claro: el código como medio permite una cierta descentralización de poder, mientras el códice como medio
reforzaba la centralización del poder eclesiástico.
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