Autoría en la poesía automática


Cuando escuché por vez primera sobre los generadores automáticos de poesía, la idea inicial que cruzó mi mente fue la problematización de la figura del autor. "La máquina es el autor, claro está.", pensé en ese momento. Sin embargo, tiempo más tarde y ahora después de leer "Origination: Text Generation", de Chris Funkhouser, que es parte de Prehistorical Digital Poetry: An Archeology of Forms, 1959-1995, me doy cuenta de que la respuesta no es tan sencilla.
Es problemático pensar en la figura del autor por las distintas formas en que la máquina y el/los usuarios (lectores y autores/ programadores) interactúan al crear y leer una obra. Desde mi perspectiva, no se puede hablar de un solo autor, sino de muchos autores. Un ejemplo donde se puede ver esto son los poemas que surgen a partir de la reconfiguración de una base de datos que es ajena al escritor/ programador. En este caso, tal y como menciona Funkhouser, el programa tomará palabras o frases de textos ya existentes y los reconfigurará para crear otro texto poético. Así los poemas creados serán producto no solo de la computadora, por ser la que corre el código utilizado, sino que también, claro está, del escritor/ programador que creó el código a ejecutar. Está también, por otro lado, el hecho de que, al utilizarse textos ya existentes, se debe de tomar en cuenta también a los autores de dichos textos. También se podría hablar de los programadores que escribieron el código que utiliza la máquina para interpretar el código escrito por el escritor/ programador en cierta forma como autores también. De esta forma, existen no solo uno sino varios autores.
Por otro lado, también el lector se convierte en autor pues, en muchos de los casos, es también gracias a este que se genera la poesía. Ya sea que solo dé clic en algunos botones o que sea el encargado de alimentar un campo a partir del cuál se desarrollará la poesía, el papel del lector es fundamental para la activación del mecanismo que producirá la obra. Algunos ejemplos de esto son: Seattle Drift, de Jim Andrews, y Synonymovie, de Eugenio Tiselli.
En el caso del trabajo de Andrews el lector necesita dar clic sobre un botón para activar el movimiento visualmente vibratorio gracias al cual las palabras en la pantalla se van desplazando sobre esta. Es también el lector el que decide, dando clic en otro botón, en qué momento se detendrán dichas palabras y con esto la configuración que tendrán sobre el espacio en que se presentan. Aunque las palabras como tal no cambian por la acción del lector/autor, sí las relaciones que se establecen entre ellas gracias al espacio y la posición que toman en la pantalla. No hay que olvidar, claro está, que las posibles posiciones que pueden tomar las palabras a partir de las decisiones del lector/ autor están predeterminadas por parámetros establecidos de antemano por el escritor/programador.
En el caso del trabajo de Tiselli, me parece que la relación que guarda la obra con el concepto de autoría es todavía más compleja. En esta obra, el lector/escritor necesita escribir una palabra en un recuadro. A partir de la palabra que se escriba, el programa irá desplegando sobre la pantalla una serie de sinónimos, representados de forma visual, de la palabra escrita. Los sinónimos son recuperados del internet en tiempo real. De esta forma, no es solo el escritor/programador o el lector/autor quienes elaboran el trabajo poético, sino todas aquellas personas que hayan subido imágenes a la red y que las hayan vinculado con la palabra que, en ese momento, decida utilizar el lector/autor.


Obras mencionadas

Funkhouser, Chris. “Origination: Text Generation”. Prehistorical Digital Poetry: An Archeology of Forms, 1959-1995. Alabama: University Alabama Press, 2007.

Andrews, Jim. Seattle drift.. 1997. En: http://www.vispo.com/animisms/SeattleDrift.html

Tiselli, Eugenio. Synonymovie. 2004. En: http://collection.eliterature.org/2/works/tisselli_synonymovie.html

Comments

Popular posts from this blog

Post-digital y Open access

Atrápala si puedes

La peste del insomnio y la maquina de la memoria