La obra infinita y Borges
Como en otra vida yo era estudiante de las matemáticas, cada vez que aparece la letra "Aleph" en una conversación, me hace pensar inmediatamente en los números transfinitos: los números que son mayores que cualquier número natural o finito y son representados por el Aleph. Como el concepto de los números transfinitos introdujo una nueva manera de hablar de cuantidades no-finitas para los matemáticos y filósofos, de la misma manera, los dos cuentos que leímos esta semana de Borges ("El jardín de los senderos que se bifurcan" y "El Aleph") sacaron a la luz una idea parecida sobre la infinitud dentro de la literatura. Aunque "El Aleph" sí trata de la infinitud (y, al final, menciona los números transfinitios), creo que la obra más interesante en cuanto a sus efectos en cómo concebimos la literatura, y especialmente la literatura eléctronica, fue "El jardín de los senderos que se bifurcan" con sus reflexiones sobre los libros como laberintos y la infinitud de una obra literaria.
Como unos de mis compañeros ya discutieron la importancia de la metáfora (a lo mejor "metáfora" no sea la palabra adecuada, sino "concepto visual") del laberinto para entender la literatura impresa y electrónica, me enfoco en las posibilidades de infinitud que existen para obras literarias. Citando el cuento de Borges, vemos mención de esto: "Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente." Este ejemplo de Borges sí es interesante y sí implica un acto de lectura que sigue ad infinitum (o, por lo menos, hasta que el lector muera). Es más, el ejemplo de Borges es la solución perfecta para crear una obra infinita impresa; un ejemplo de esta idea en acción es la obra de teatro de Ionesco,"La cantante calva", cuyas últimas palabras dan las instrucciones de repetir la obra del principio). Además, la literatura electrónica proporciona mejores maneras para efectuar este bucle infinito con obras transitorios ("transient" en el lenguaje de Aarseth) que repiten automáticamente. Aunque obras así sí obligan al lector a leer para siempre (si quieren) más que un libro cuya última página ordena al lector a repetir el libro, todavía me parece que esto es un tipo de evasión de la verdadera idea de una obra infinita. No obstante, en este sentido, la obra que "leímos" esta semana de Davida Hirmes sí crea una infinitud que parece verdadera (no sé las especifidades técnicas, pero creo que tiene la capacidad de generar frases para siempre) aunque sea un poco repetitiva. Obras así, y quiero hacer investigacciones para saber más de obras literarias que se generan hacia la infinitud, provocan muchas preguntas que surgen durante las discusiones sobre la literatura electrónica en cuanto a la definición de "una obra", el concepto del autor, etc. Además, obligan a los lectores a reflexionar sobre las preguntas más filosóficas que surgió Borges en sus dos cuentos: qué es el infinito y cómo podemos concebir el infinito. Aunque los conceptos filosóficos del infinito todavía quedan sin respuesta clara, con el advenimiento de la literatura electrónica, por lo menos estamos aproximándonos a una respuesta de lo que es una obra literaria infinita.
Como unos de mis compañeros ya discutieron la importancia de la metáfora (a lo mejor "metáfora" no sea la palabra adecuada, sino "concepto visual") del laberinto para entender la literatura impresa y electrónica, me enfoco en las posibilidades de infinitud que existen para obras literarias. Citando el cuento de Borges, vemos mención de esto: "Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente." Este ejemplo de Borges sí es interesante y sí implica un acto de lectura que sigue ad infinitum (o, por lo menos, hasta que el lector muera). Es más, el ejemplo de Borges es la solución perfecta para crear una obra infinita impresa; un ejemplo de esta idea en acción es la obra de teatro de Ionesco,"La cantante calva", cuyas últimas palabras dan las instrucciones de repetir la obra del principio). Además, la literatura electrónica proporciona mejores maneras para efectuar este bucle infinito con obras transitorios ("transient" en el lenguaje de Aarseth) que repiten automáticamente. Aunque obras así sí obligan al lector a leer para siempre (si quieren) más que un libro cuya última página ordena al lector a repetir el libro, todavía me parece que esto es un tipo de evasión de la verdadera idea de una obra infinita. No obstante, en este sentido, la obra que "leímos" esta semana de Davida Hirmes sí crea una infinitud que parece verdadera (no sé las especifidades técnicas, pero creo que tiene la capacidad de generar frases para siempre) aunque sea un poco repetitiva. Obras así, y quiero hacer investigacciones para saber más de obras literarias que se generan hacia la infinitud, provocan muchas preguntas que surgen durante las discusiones sobre la literatura electrónica en cuanto a la definición de "una obra", el concepto del autor, etc. Además, obligan a los lectores a reflexionar sobre las preguntas más filosóficas que surgió Borges en sus dos cuentos: qué es el infinito y cómo podemos concebir el infinito. Aunque los conceptos filosóficos del infinito todavía quedan sin respuesta clara, con el advenimiento de la literatura electrónica, por lo menos estamos aproximándonos a una respuesta de lo que es una obra literaria infinita.
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